sábado, 25 de septiembre de 2010

"...madre, que estoy comiendo bien..."

Este fin de semana estoy de estudio, porque la semana que viene tengo algunos exámenes y hay que aplicarse un poco. Aun así, no quería faltar a mi cita con el blog, así que aquí dejo una pequeña entrada.

Me sonrío al leer el título de este post, porque parece sacado de una película de la posguerra española, en la que un joven pueblerino va a la capital a trabajar y llama a su familia desde la pensión en la que se hospeda. Lleva ya algo más de dos meses aquí (que se dice pronto) y a pesar de estar perfectamente aclimatado, la comida sigue siendo un hándicap, aunque ahora ya no es porque no pueda ni probar bocado debido al picante, sino porque simplemente no me gusta en demasía. Me explico, aquí la comida se basa en una torta de arroz, maíz, trigo,... (dosa, poori, chapati,...), con varias salsas para acompañar, las cuales pueden tener trocitos de verduras, trocitos de patatas, paneer (un queso que se parece al queso fresco, es decir, de por sí no sabe a nada), miles de especias, picante por cuenta, etc. Así que comer es básicamente como mojar pan y rebañar, cosas en las que soy un auténtico experto (habiendo desarrollado, según mi madre, un juego de muñeca excepcional). Las otras comidas se basan en platos en los que el arroz es el protagonista y también los que llevan noodles, que son una especie de espaguetis.

Este hecho nos ha llevado a muchos de los que estamos aquí, a recorrernos varias cadenas de supermercados y tiendas de barrio buscando aquella en la que poder encontrar productos más internacionales, más de nuestra cultura. Finalmente, y tras varias intentonas, creo que hemos dado en el clavo; el susodicho establecimiento está en un barrio cercano, Adyar, y lo hemos bautizado como El Supermercado de Confianza, porque nunca te decepciona, siempre está ahí para ofrecerte sus productos no tan indios. Estaría exagerando si dijera que el otro día se me saltaron las lágrimas cuando encontré vinagre de vino español (aquí suele ser de manzana,, de coco,...), pero casi. Similar a cuando encontré atún en aceite de oliva (de marca impronunciable) que ponía que venía de España; quién sabe, a lo mejor era de la almadraba de Barbate, y estoy un poquito más cerca de lo que parece.

Así que como sé que muchos estabais preocupados por mi alimentación, quería escribir esta entrada para enseñaros que de vez en cuando me pego algún homenaje, como la cena de ayer, que fue bastante parecida a lo que suelo comer en España. Las salchichas eran de ternera, o al menos eso decía el paquete, porque mientras me las comía no conseguía adivinar de qué parte de la vaca en cuestión era; en fin, pensemos que era ternera y ya está, XD (al menos no me he puesto malo!!). La ensalada estaba completísima, con tomatito, zanahoria, quesito, cebollita, atuncito, su vinagre de vino español y su aceite de oliva virgen, que aunque italiano, tenía un color estupendo. De postre un yogur de mango (aquí el tema de los sabores también es muy especial) y un poco de chocolate blanco. De todos los ingredientes, sin duda el más caro es el atún, porque con eso de que es un producto non-veg, sale la lata a unos 2 euros, que con el nivel de vida de aquí es una barbaridad. Así que, que no se preocupe nadie que estoy viviendo a cuerpo de rey.


Un abrazo, Pablo L.


lunes, 20 de septiembre de 2010

La INDIA sobre ruedas

El pasado viernes 17 de septiembre hubo un importante acontecimiento en Chennai, que congregó a muchas personas (oh, menuda novedad!!) a las afueras de la ciudad. No se trataba de ningún festival religioso, boda o película Bollywoodiense; resulta que la escudería de fórmula 1 Vodafone McLaren Mercedes venía a hacer una promoción con su principal piloto en competición, el británico Lewis Hamilton. Lamentablemente, yo tenía clase y no pude ir, pero todo el jaleo que se ha montado me ha servido para pensar en el crecimiento de la India y su industria automovilística.

Lógicamente, cuando pienso en el parque móvil de un país emergente como la India, se me vienen a la cabeza coches de alta gama, monovolúmenes familiares de tamaño mastodóntico y motocicletas de gran cilindrada, pero ver para creer, en la India nada es como debería ser, jaja.

Creo que para poneros en antecedentes, es importante hablaros un poco de TATA Group, que es un conglomerado de empresas indias presente en Asia, Europa, América y África. Posiblemente la marca TATA no os resulte familiar, pero aquí absolutamente todo puede llevar el sello de esta compañía. Sin ir más lejos el longyi que llevo, como viene siendo habitual en mí, es TATA, XD. También pueden encontrarse móviles, casi cualquier aparato electrónico y hasta calzoncillos, por citar algunos ejemplos. Según la más o menos fiable Wikipedia, el grupo está compuesto por 98 empresas que operan en siete sectores: comunicaciones y sistemas de información, ingeniería, materiales, servicios, energía, bienes de consumo y químicos. Pues bien, dentro de este monstruo asiático se encuentra TATA Motors, que es la división encargada del sector del automóvil. A todo esto, que nadie se extrañe del nombre de la compañía, que aunque parece extravagante, no tiene mucha ciencia; es simplemente el apellido del fundador de este mega imperio.

Daré un dato más para que os hagáis una idea de lo paradójico del asunto y de la magnitud de esta sociedad anónima: en el año 2008, el grupo TATA Motors se hizo con las filiales de Ford, Jaguar y Land Rover. Así que la empresa que construye los coches más económicos y eficientes del mundo, ha comprado (entre otras) dos de las marcas que fabrican algunos de los vehículos más lujosos y exclusivos del mercado. Y muchos podréis pensar ahora tras esta pequeña reseña, que los coches en la India son el no va más de la ostentosidad y el derroche, pero como contrapartida os diré que el coche más barato del mundo y una de las últimas creaciones de la firma, el TATA Nano, cuesta en la India la friolera de 1800 €, y llegará a España el año próximo con un precio aproximado de 3000 €. Lógicamente, con estos precios el coche es lo que menos se despacha en vehículos a motor (a la foto me remito), pero su éxito en el mercado está siendo arrollador. Supongo, y hablo sin saber, que sus puntos fuertes serán su bajo precio, su bajo consumo, su maniobrabilidad en ciudad y su fácil estacionamiento, entre otros. Por otro lado, parece lógico que sus principales limitaciones sean el reducido espacio del habitáculo y el maletero, poca potencia y velocidad punta, etc. ¿Pero qué queréis por 1800 €? XD.


También he visto algún coche europeo y hasta de lujo en algunos casos, aunque resulta curioso lo distinto que son los modelos de dichas marcas aquí (atentos al detalle de la L de los novatos, que parece que la acaban de poner con cinta aislante). Por ejemplo, el Ford Fiesta aquí tiene 4 puertas y bastante culo y no está mal tampoco el Skoda Laura, que es prima hermana de Octavia, que se comercializa en España. También abundan los Hiunday, Suzuki y Honda, aunque en su mayoría modelos pequeños y funcionales, que es lo que vende por aquí. Ahora, no todo son coches con forma de huevo; si una persona es realmente importante aquí en la India, tendrá un coche con chófer (como mi jefe de departamento, o el decano de la facultad), y seguramente será un Hindustan Motors Ambassador; este coche se comercializa aquí desde 1958 con pocas variaciones y es una copia bastante fiel de un modelo británico de la misma época.

Obviamente, en un país tan masificado como India, muchos optan por la moto. Según he podido informarme, este país lleva siendo uno de los mayores productores y consumidores de vehículos de dos ruedas desde los años 50. Por aquel entonces, el mercado indio se regía por unas directrices muy proteccionistas, así que todo lo que se hacía aquí, se vendía aquí. Resultado: más motos que en el Jarama, madre mía qué locura. Hay dos marcas que lo parten: la primera es Honda Hero, y es más de andar por casa; la segunda es Royal Enfield, y es como la Harley Davidson de la India.
Honda Hero nació en la decada de los 80 de la fusión de una empresa india de bicicletas, Hero, y de la japonesa Honda. Desde entonces se han hartado de hacer dinero, y en el último año han tenido una cuota de más del 40% del mercado mundial, 40%!! Con lo mal que conducen aquí, que sean ellos los que nos surtan de motos, parece cuanto menos imposible de creer.

Royal Enfield lleva desde 1955 fabricando motocicletas de forma ininterrumpida, y actualmente es un símbolo del país. Su modelo Bullet, es uno de los más comercializados y fácilmente identificables, aunque yo no soy muy motero, así que la primera vez que la ví, ni me enteré.



No puedo terminar este post sin dedicar unas sentidas palabras a los Autorickshaws (comunmente llamados Atos o Rickshaws) y sus conductores. Estos vehículos de reducidas dimensiones y color amarillo, son la versión barata de los taxis europeos. Lo más "simpático" de todo es que aquí en Tamil Nadu se regatea por absolutamente cualquier precio (lo que nos ha ocasionado algunos problemas al salir de este estado, XD), y el de la carrera no iba a ser menos. Los Ato drivers son especialmente cansinos y tratan de darte coba por todos lados; ya vamos cogiéndole el rollo, así que cada vez conseguimos precios casi como si fuéramos indios, pero vamos, que les falta tiempo para parar cuando ven un blanquito paseando, jaja.

Un abrazo, Pablo L.

lunes, 13 de septiembre de 2010

Vinayagar Chathurthi!!

Este fin de semana de septiembre ha sido muy importante en la India. En este país hay casi un 15% de musulmanes, y el viernes día 10 se puso fin al Ramadán de este año. Además, al día siguiente, sábado día 11, se celebraba Vinayagar Chathurthi, que es una fiesta hinduista en honor a Ganesh, un dios hindú representado con cabeza de elefante.

Así que en fechas tan señaladas como ésta, absolutamente todo el mundo visita lugares santos y decoran cualquier cosa o animal (aunque éste no quiera) con motivos para la ocasión.

Cuenta la tradición, que Siva, uno de los dioses de la trinidad hiundista (junto a Vishnu y Brahmá´), marchó a meditar al bosque dejando, sin saberlo, a su mujer Parvati encinta. Ésta dio a luz a un varón en ausencia de su padre, al que llamó Ganesh. Pasado el tiempo, se encontraba Pavarti en casa mientras su hijo vigilaba en la puerta por si venía algún intruso, cuando apareció Siva. Lógicamente, no se conocían el uno al otro, por lo que creyendo Siva que había un extraño en su casa, le cortó la cabeza al niño. Pavarti salió a la puerta alertada por el escándalo y al ver a su hijo decapitado, se sumió en una profunda depresión. Ante el sufrimiento de su esposa, Siva decidió sustituir la cabeza del recién nacido por la del primer animal que pasara por delante de su morada, y que resultó ser un elefante. Ganesh es un dios muy reverenciado en la India y es asociado con la sabiduría y la prosperidad.

Así que el sábado a primera hora (al menos para mí, porque a las 7.00 está ya medio Chennai en marcha) salimos desde la estación de autobuses central de la ciudad (C.M.B.T.) hacia Gingee (pronunciado /sinlli/). Está a unas 3 horas de autobús, y es una población no muy grande, y que tiene su principal atractivo turístico en el fuerte que tiene a las afueras. Por raro que parezca, y a pesar de tener una pequeña mención en mi guía de viaje, no había más turistas (al menos de piel clara) que nosotros, y eso, a estas alturas, sabemos que es bastante difícil que ocurra. Personalmente volví a sentirme un auténtico extranjero entre tanto indio, y ellos mismos se sorprendían muchísimo de vernos por allí, así que estuvimos saludando, charlando y haciéndonos fotos con un montón de gente durante buena parte del resto del día.

El fuerte de Gingee, situado a 2 Km. a las afueras de la ciudad, está compuesto por dos fortificaciones: Rajagiri y Krishnagiri (del Rey y de la Reina). Según tengo entendido, fueron construidos durante el siglo XVI, aunque algunas estructuras datan del siglo XIII. Por supuesto, en todo este tiempo ha estado ocupado por varias civilizaciones, como los maratas, los mongoles, los franceses y como no podía ser de otra forma, por los británicos.

Personalmente, me encantó esta visita al fuerte, porque ha sido la primera vez que he estado en un entorno natural, alejado del ruido, el tráfico y la contaminación que suelen estar presentes en estas ciudades; de hecho, para ir de Gingee a las fortificaciones, alquilamos unas bicis al irrisorio precio de 5 Rs/hora cada una (unos 9 céntimos de Euro).

Los paisajes eran simplemente espectaculares. A la entrada de ambas edificaciones había sendos carteles informando del carácter monumental y de relevancia nacional de las mismas, pero sin embargo, no había ni rastro de comerciantes, vendedores de baratijas o puestos de comida. Tenía la sensación de estar en un sitio que ha permanecido inaleterado durante los últimos 400 años. Como muchos os habréis imaginado, todas las construcciones del fuerte coronaban montes cercanos a la ciudad, así que para llegar hasta allí tuvimos que hacer un poco de ejercicio y subir escaleras. Llegué a contar 550 escalones en uno de los tramos, así que llegado a ese punto desistí; vamos, que eran un montón.

A última hora de la tarde cogimos el autobús para ir a Tiruvannamalai, que es el centro neurálgico de la zona y que tiene uno de los templos más grandes que he visitado desde que estoy aquí. También, esta urbe, tiene el dudoso honor de ser la ciudad más guarra y peor conservada de cuantas he visitado: qué descontrol, qué de cuervos, ratas, bichos y vacas por todos lados. Hicimos noche en un hostalito bastante apañado y a la mañana siguiente, tras un desayuno a base de poori (de mis comidas favoritas y que consiste en unas tortas de maíz con bastante levadura, acompañadas de un salsa a base de patatas y verduras y no muy picante!!), nos dirigimos al mencionado templo, el cuál dista bastante de nuestras iglesias. Está amurallado y en cada una de las puertas hay una majestuosa pirámide, típica en la arquitectura dravídica, y que recuerda a los templos aztecas o a los zigurats de la antigua Mesopotamia.

En un principio pensaba que podría subir a los diferentes niveles de dichas construcciones, pero para nada. Al acceder al interior te encuentras con un patio enorme en el que se suceden los altares, los techados para la meditación y grandes estanques en los que creo que a ciertas horas del día se pueden bañar los peregrinos buscando, tal vez, purificación. Y digo tal vez, porque a diferencia nuestras iglesias y monasterios, no hay un sólo cartel que invite al turista a informarse del año de construcción, el nombre del arquitecto o las sucesivas remodelaciones que ha sufrido el edificio. Creo que aquí los templos se usan para lo que fueron construidos, y ya está; o eso, o el gobierno indio todavía no se imagina el filón que supone el turismo en este tipo de lugares, XD. Un dato, nos dejaron entrar sin problemas, pero a la salida un hombre que parecía estar a cargo de aquella zona del templo me recriminó de muy mala forma que había entrado en pantalón corto, y que me encontraba en un sitio cultural y religioso, no turístico. Creo que es el primer "enfrentamiento" que he tenido con un indio en los dos meses que llevo aquí, así que seguro que fue una gran falta de respeto por mi parte. Ya me enmendaré a la próxima y me llevaré el longyi!!

Lo que más me impresionó dentro del templo es que había un elefante que te bendecía, jaja, sí como lo oyes. El animal, que tenía pinta de estar cansado de tanta parafernalia estaba moviéndose en el sitio, estiraba su trompa, le ponías una moneda en la nariz y con bastante habilidad te tocaba en la cabeza. A mí más que tocarme me pegó, no sé si porque el animal no midió bien o porque me vio muy pecador y en vez de bendecirme, me castigó, XD. Adjunto documento gráfico de tan singular momento, porque suena a increíble.

Después de comer fuimos a la estación a coger el autobús y viví otra de esas situaciones impensables en España (y creo que en Europa). Bajo un sol de justicia en una estación al aire libre, y tras preguntar a no sé cuántas personas, nos enteramos de que al ser un fin de semana festivo, había tanta gente esperando que para coger el autobús había primero que hacer una cola enorme (ya hablaré algún día de las colas en la India) delante de una taquilla para conseguir un token (vamos, como cuando vas a la frutería y pides la vez). Con ese número tenías que esperar al autobús que te correspondía, subirte en él y allí dentro comprar el billete. Afortunadamente, como pasa siempre por aquí, había una cola para hombres y una para mujeres, así que una de las chicas que iba con nosotros sacó número para todos, porque la fila de las féminas era más corta e iba más rápido. Con todo y con esto tardamos más de 2 horas en montarnos en el autobús y nos pegamos otras 4 horas de vuelta a Chennai. Aunque fue un poco locura, me divertí mucho, porque éramos los únicos blancos, y muchas personas se acercaban a intentar ayudarnos (no siempre con demasiado éxito), así que por lo menos tuvimos conversación durante todo el tiempo. Tomé esta foto en la cola de los famosos tokens, porque me recordaba a los libros de Dónde está Wally? Y digo yo, Dónde está la blanca?


Así que, el que venga de visita, que se traiga una gorrita para el sol y un montón de paciencia, porque falta le va a hacer. Pero eso sí, si se viene mentalizado, os garantizo que se lo pasa uno como los Indios, XD.


Un abrazo, Pablo L.

miércoles, 8 de septiembre de 2010

ACOCAGUI (Asociacion de Comerciantes Campus de Guindy)

A cualquier sitio al que vamos, la gente nos pregunta de dónde somos, qué estamos haciendo aquí, cuánto tiempo nos quedamos, cuánto dinero nos dan por nuestra beca (aunque parezca mentira, es una pregunta muy normal en la India, no está para nada fuera de lugar), qué carrera estudiamos exactamente, dónde nos quedamos, etc. Todos quedan gratamente sorprendidos cuándo les decimos que cursamos estudios en Anna University, ya que en Tamil Nadu es uno de los centros de estudios superiores más prestigiosos (quizás detrás de los IITs - Indian Institute of Technology). 

Esta pequeña ciudad, que es el campus de Guindy, en la cual vivo trata de dar a los estudiantes todo lo necesario para que puedan concluir satisfactoriamente sus estudios sin salir en ningún momento de sus instalaciones; es decir, que si uno se lo propone, puede pasar aquí los años de carrera disponiendo de una gran variedad de establecimientos y tiendas que le proporcionarán todo lo necesario durante su estancia.  

Saliendo de mi residencia de estudiantes (Kurinji Boys Hostel), a pocos metros y en una zona sin asfaltar, puedes encontrar un conjunto de comerciantes y artesanos que conviven en armonía con los habitantes del campus. Así por ejemplo, podemos encontrar a Naraenan, un indio regordete y bonachón muy simpático que regenta una zapatería. En ella se puede desde comprar unas socorridas chanclas de playa (que con las condiciones higiénicas de los baños se convierten en artículo de primera necesidad) hasta llevar a arreglar cualquier zapato que necesite un repaso. Hoy fui a visitarlo porque traía de España unas botas de trekking que al llegar aquí me di cuenta que estaban en las últimas. Estaba convencido de que tenían difícil arreglo, y que si estuviera en Cádiz ni si quiera accederían a intentarlo. Pero aquí radica uno de los encantos de esta tierra: la gente es tremendamente servicial. Terminó el trabajo delante de mis ojos en apenas diez minutos, y por aquello de la hospitalidad no quiso cobrarme. Le obligué a aceptar 40 rupias, que creo que es algo más de lo que le suelen pagar por estos encargos, pero que al cambio no llega a los 70 céntimos de euro. Mientras trabajaba, me miraba, se reía y se comunicaba con un amigo que le hacía compañía; y digo comunicaba porque Naraenan es sordomudo, y a pesar de esto siempre está rodeado de gente a la que no para de hacer reir con sus historias.

Un poquito más a la izquierda está la lavandería, en la que por un módico precio de 8 rupias la prenda (10 si son pantalones largos, toallas o sábanas) te lavan y te planchan la ropa. Por supuesto el proceso es totalmente artesanal: la ropa te la lavan a mano, te la saquen al aire o como mucho bajo ventiladores cuando el tiempo no acompaña y el planchado, madre mía, qué decir del planchado, la foto habla por sí sola, XD. Sólo añadir que el acabado es más que correcto y que aunque hay manchas que no terminan de salir y la ropa no huele a suavizante, los chavales se lo curran y no suelen tardar más de 1 semana en hacerte la colada, XD. ah, por cierto, la ropa interior no te la lavan (comprensible con los sudores y la higiene que se gasta el personal), así que este año no he tenido campamento de verano con los scouts, pero no os creáis que se me ha olvidado como se lavan unos gallumbos, porque aquí estoy haciendo un Máster en Salud e Higiene que va a durar 6 meses.

Justo al lado de la lavandería hay dos sastrerías. Fundamentalmente se pasan todo el día haciendo uniformes, ya que muchos de los alumnos de Anna University pertenecen al Cuerpo de Cadetes de Tamil Nadu (supongo que a cambio de pagarles los estudios), y además para algunos laboratorios es necesario llevar un traje de prácticas que es precioso; afortunadamente no es mi caso. De cuando en cuando tienen  algún trabajo especial, como arreglar botones, zurcir algún pantalón o coser longyis, como hicieron con el mío, por ejemplo. Si vas a una hora de pleno rendimiento, puedes escuchar la máquina de coser a toda pastilla, porque no es eléctrica sino de pedal, ¡¡como la que tenía mi abuela!! El chiquillo que aparece en la foto no es el dueño, sino un aprendiz, pero madre mía qué dominio tiene; está para hacerle la competencia a Pepi Mayo, por lo menos.

Un poco más retirada del zapatero está la peluquería, que tiene una estética algo antigüita, por no decir arcaica. Mención aparte merece el neón, que recuerda a los mejores tiempos del Bahía Club, XD. Lo cierto es que este establecimiento me ha soprendido enormemente porque está bastante limpio y bien iluminado, todo un lujo por aquí; de hecho, pequeño inciso, el otro día vi en la cantina una rata del tamaño de un gato que me hizo pensar que aquella noche íbamos a cenar comida no vegetariana, jaja, pero finalmente no fue el caso.

Total, como ya me iba haciendo falta un pelaito decidí probar suerte, y he quedado bastante encantado tanto con el servicio como con el precio: pelado + afeitado a navaja = 50 rupias (algo más de 80 céntimos de euro). Así que a la vuelta, cuando vaya a ver a Carlos (el peluquero del barrio), le reclamaré precios tan populares como los de aquí.

Intenté explicarle al peluquero cómo quería que me cortara el pelo, pero tras dos intentonas y tras darme cuenta de que su inglés era bastante limitado, le dejé libertad esperando unas consecuencias no demasiado catastróficas. Pero con lo que me quedé gratamente sorpendido fue con el afeitado a navaja. Al principio estaba con un poco de miedo, pero después me di cuenta de que el tío se manejaba con una habilidad inusitada; qué maestría con el filo, esos movimientos no los tiene ni Butrón (el carnicero de mi madre). Creo que repetiré la experiencia más a menudo, porque además de que el resultado ha sido muy bueno, el personal es muy atento y amable, aunque sin duda tienen menos conversación que mi querido Carlos. Eso sí, el peluquero en cuestión me puso crema de afeitar en toda la cara excepto en la zona del bigote, XD; supongo que quería dejarme un look 100% India. Al final decliné su propuesta, ya habrá tiempo de probar esa suerte.


Un abrazo, Pablo L.

viernes, 3 de septiembre de 2010

Chennai Fashion Week

Una ciudad india que tiene durante la estación de las lluvias unas temperaturas en torno a los 25º y una humedad del 100% durante casi todo el día, es un buen campo de pruebas para seguir apreciando algunas de las muchas particularidades de esta sociedad. Como no podía ser de otra forma, la incombustible Chennai cumple con estas magníficas condiciones meteorológicas, así que ahora que parece que el monzón está sobre nuestras cabezas, me he fijado en algo que de no vivir aquí, seguro que se me pasaría por alto: la moda.

Venir a la India me ha servido, entre otras muchas cosas, para saber qué significa cuando el hombre del tiempo dice que va a haber una humedad del  80%, por ejemplo. Para mí, hasta ahora, era un dato completamente irrelevante, pero aquí, es una información fundamental. Como he dicho, la temperatura aquí en Chennai es muy agradable, pero sin embargo, la sensación térmica es insoportable; ¿por qué? Pues porque la humedad es tan alta que es como si el aire fuera más denso de lo normal, y pesara sobre tus hombros, y te costara andar y hasta respirar. Todo esto podría haceros pensar que aquí la gente va en bermudas y camisetita de tirantes, pero nada más lejos de la realidad, porque no se debe olvidar que a los indios les gusta ir bien vestidos y elegantes (a su manera, XD) y además la religión hinduista no permite demasiadas licencias (al menos para las mujeres). He de reconocer que el día que llegué, pensé que en vez de a la India había viajado en el tiempo hasta la España que se enseña en Cuéntame, pero con el personal más morenito, porque madre mía qué modelitos, qué camisas, qué estampados, que estrecheces, etc.

Así que, tras este preámbulo, paso a comentar lo que se va a llevar esta temporada otoño-invierno en la capital de Tamil Nadu.
Para ellos, camisas estampadas como la que se aprecia en la fotografía y pantalones de pinzas ceñidos y paqueteros. Los más osados se atreverán con el pantalón de campana, que está pegando realmente fuerte. Al menos en el calzado son menos estrictos, y la chancla es la estrella en la moda india masculina, aunque no tengo muy claro si por el calor o por los enormes charcos que te encuentras en medio de la calle y que son prácticamente imposibles de sortear.

Para ellas la cosa tiene poca historia, porque la mayoría de las féminas apuestan por el saree (pronunciado /sari/), que es básicamente una tela de 5 o 6 metros que se anuda de una forma muy característica y que queda como se aprecia en la foto. Las chicas más jóvenes llevan simnplemente unos pantalones anchos de tela, una camisesta de manga corta (nada de tirantes, que está mal visto enseñar los hombros!!) y un pañuelo a juego que se colocan a modo de fular. La verdad es que queda muy elegante y autóctono, pero sinceramente empiezo yo a estar un poco harto de tanta túnica. Realmente cuesta mucho trabajo ver a una chica con pantalones vaqueros. Tengo entendido que en el norte de la India no es así, pero aquí abajo la cosa está cortita, así que habrá que conformarse, por lo menos hasta diciembre, XD.


Muchas de las chicas que han venido con la misma beca que yo, ya se han introducido en la moda india, y no son pocas las que llevan saree o incluso el bindy (el punto que se pintan en el centro de la frente); de hecho, la gente se te queda mirando si vistes con ropas occidentales, será la falta de costumbre.

Lógicamente, los chicos no podíamos ser menos, y ya muchos de nosotros utilizamos con asiduidad el longyi (pronunciado /lingu/), que es una tela que se anuda a modo de falda y que se puede llevar recogida o larga. Es una prenda tan típica como el masala, y aunque no me permiten ir a clase con ella (nos obligan a ir en camisa y pantalón largo, qué calor!!), ya me paseo por la residencia con ella. Dejo maravillosas instantáneas para que quede constancia, XD.



Un abrazo, Pablo L.