martes, 30 de noviembre de 2010

"...Show me the money!!..."

Titulo este post parafraseando a Tom Cruise en Jerry Maguire, ya que viene que ni pintado. Después de casi 5 meses por estos lares, ya tenía ganas de contar algo acerca del valor de las cosas en la India, porque es realmente sorprendente lo baratas que pueden ser algunas de ellas. Aunque realmente, me gustaría centrarme en el valor de la vida en la India, en el día a día.

Comenzaré comentando que la moneda de este país es la Rupia India, abreviada como Rs. o INR (INdian Rupee), y que se pronuncia rupí. Su cotización en el mercado de divisas está últimamente fluctuando bastante, cosas de la crisis, pero para entendernos podríamos decir que el cambio a aplicar es 1 € = 60 Rs. Así que para los españoles la conversión es realmente fácil, ya que se parece mucho a la que tuvimos que manejar cuando llegó el Euro; sólo había que saber que 1.000 pesetas eran aproximadamente 6 euros, y de ahí se sacaba cualquier equivalencia. Me acuerdo que por aquella época la población española se aplicó sobremanera en saberse la tabla del 6, XD. Aquí, por tanto, sólo hay que coger el dinero en rupias, dividirlo entre 6 y después entre 10 (o directamente entre 0,6) . Ejemplo práctico: vas al supermercado y ves que un producto vale 180 rupias; divides entre 6, quedándote 30, y después divides entre 10, quedando 3. Por tanto, 180 Rs. = 3 €.

Tras este repaso matemático, vamos al lío con las monedas y los billetes. 1 rupia, al igual que 1 euro, se divide en 100 partes, pero en vez de llamarlas céntimos, aquí se llaman paisas (escrito paises). En todos los billetes aparece Gandhi, todo un orgullo para el país. En la India hay 5 monedas y 7 billetes distintos con los que llenar tu cartera. 

Monedas                                                   Billetes
25 paisas = 0,417 céntimos de €             5 rupias (igual que la moneda)
50 paisas = 0,833 céntimos de €             10 rupias = 16,67 céntimos de €
1 rupia = 1,67 céntimos de €                    20 rupias = 33,33 céntimos de €
2 rupias = 3,33 céntimos de €                  50 rupias = 83,33 céntimos de €
5 rupias = 8,33 céntimos de €                  100 rupias = 1,67 €
                                                                  500 rupias = 8,33 €
                                                                  1.000 = 16,67 €

Esto es todo lo que se acuña, pero a la hora de la verdad, hay algunos de estos billetes/monedas, que son casi imposibles de ver. A saber: las paisas casi ni se usan; fíjaros como será el asunto que en la cantina del campus, por ejemplo, cuando tienen que devolverte 50 paisas, te dan a cambio un paquetito con 4 lacasitos, jaja. Los billetes de 5 rupias no son habituales, y los que hay están casi ilegibles y en bastante mal estado. Los billetes de 20 y de 50 rupias no son tan utilizados como los de 100 rupias (auténtica estrella del negocio) y los de 10 rupias (para pequeñas cantidades). El billete de 1.000 rupias es el Bin Laden de la India (ni aparece en la foto), como para los españoles son los de 500 euros. Sólo los ves alguna que otra vez cuando sacas dinero del cajero, y en casi ningún sitio te lo cambian. Lo mejor de todo es que, al igual que con los euros, los tamaños y los colores van acordes con el valor, así que es fácil diferenciarlos.
El examen que todo los Erasmus debe aprobar es el de hacer la compra. Ir al supermercado aquí es toda una odisea, porque los productos que se pueden encontrar están intimamente ligados a la gastronomía de la zona, así que te encuentras pasillos repletos de arroces de mil tipos, harina y sus derivados (para hacer parotas, chapatis, etc.) y montones de especias, muchas de ellas que ni sabías que existián. Todas estas cosas tienen un precio normal, y cuando digo esto me refiero a que aproximadamente son al menos 2 o 3 veces más baratas que en España. Después también está la parte cara del establecimiento (aunque sigue siendo barata para un europeo), en la que se encuentra todo aquello que lleve algún tipo de procesado/manufacturado, como cereales, zumo, leche, precocinados, latas de conservas, etc. La obsesión con la dieta vegetariana (elegida por muchos hinduistas, sobre todo al sur) llega hasta el punto de que  todos los productos tienen o bien un símbolo de un punto rojo (no vegetariano, lo que implica además que no lleva huevo) o bien un símbolo de un punto verde (vegetariano). Subrayo todos porque hasta en los refrescos aparece, aunque sea evidente que no te vas a encontrar un muslito de pollo en la Coca-Cola. A pesar de todo este lío, es de agradecer que absolutamente todos los alimentos llevan impreso en el envoltorio un número al lado de las siglas M.R.P. (Maximum Rupees Price), así que si crees que te están dando coba, siempre puedes fijarte en el paquete y reclamar.

En el estado de Tamil Nadu, del que Chennai es la capital, el regateo es casi una religión, y la mayoría de los que estamos aquí nos hemos hecho adeptos a ella, XD. A pesar de esto, somos conscientes de que por ser extranjeros nos van a cobrar algo más, pero intentamos que la cosa no se vaya de las manos... Eso sí, cuidado en los supermercados y en algunas tiendas donde se pueden leer carteles que rezan Fixed prices (precios fijados), porque en ellos no está permitido negociar los precios. El regateo, alcanza su máximo exponente en la calle, por ejemplo cuando compras en un mercadillo o te montas en un autorickshaw. Creo que ya comenté que si un vendedor no regatea con un cliente, se le queda mal sabor de boca aunque saque algunas rupias más, jaja.

Lo que es realmente barato aquí, y que yo diría que llega a ser 4 o 5 veces más económico que en España, es comer en la calle y dormir. Para que os hagáis una idea, una copiosa comida en un restaurante vegetariano raramente supera las 200 rupias por cabeza (3,33 €), pudiendo comer en cualquier puesto de la calle por menos de 1 € (unas 50 rupias). Los precios de los hostales son muy variados, pero si no quieres gastar mucho dinero y no eres muy escrupuloso, puedes reservar una habitación doble por unas 300 rupias la noche (5 euros). Eso sí, hay que tener un poco de cuidado, me explico: cuando miras cualquier guía de viajes, suele indicarse para cada lugar de hospedaje si dispone de baño europeo. Más vale cerciorarse de este detalle, porque si no, sin saber cómo, te puedes encontrar sentado en cuclillas tratando de atinar en uno de esos retretes turcos (boquete en el suelo). Os dejo una fotillo del tema que os cuento, y para los que no lo sepáis, el grifo y la jarrita de la parte superior son para limpiarse tras obrar, porque aquí o te llevas tu propio rollo de papel higiénico, o lo haces a lo indio. ¿Se entiende ahora por qué no comen con la mano izquierda? XD.

No quería terminar sin poner algunos ejemplos curiosos del valor de las cosas, y que vienen a sustentar aquello que decimos muchos de los que andamos por aquí: Incredible India.
- Un bolígrafo normalito vale entre 4 y 10 rupias (según modelo), sin embargo, un paquete de 500 folios vale aproximadamente 185 rupias; es decir, que cualquiera podría pensar que en la India se fomenta pintar las mesas, ya que sale más baratito. Lo curioso es que los cuadernos de folios (40 o 50 folios pertinentemente cosidos y encuadernados) cuestán en torno a 25 rupias. La pregunta se formula sola, ¿cómo es posible que los folios sueltos sean mucho más caros que los cuadernos? No tengo respuesta, pero aquí absolutamente nadie usa folios para escribir, y de hecho, un compañero indio le preguntó a uno de nosotros que dónde se compraban esos papeles que usaba para escribir... ¡casi ná!
- En España estamos acostumbrados a que el precio de un café y un refresco no difieran demasiado, en un bar corriente. Aquí, en una cafetería, el café vale en torno a 5 rupias, mientras que una botella de Coca-Cola puede salir por unas 23 rupias. ¿Os imagináis pagar en una tasca/bache/güichi 2 euros por un café y 8 por un refresco?
- La regla general que se puede aplicar con los precios de los alimentos es que cualquier producto que tenga asociado un coste de manufacturación, desplazamiento y/o envasado, será mucho más caro que otro de las mismas características pero comprado directamente en la calle, a un vendedor ambulante. Por ejemplo, hacerte en casa un arroz con pollo (o algo que se le parezca) puede salir realmente caro, pues la carne en general tiene un precio desorbitado: pongamos unas 150 rupias entre los muslitos y el arroz. Sin embargo, irte a un puesto de la calle y comerte un Chicken Briyani (el citado arroz con pollo, versión india), sale por unas 70 rupias. En ambos casos, estás comiendo por menos de 3 euros, pero uno es el doble que el otro.
- Otro concepto importante que he aprendido aquí es, que si vas a vivir como un indio, debes pensar como un indio. Esto significa que cuando vas a comprar, no debes pensar que todo es muy barato, porque claro, al pasarlo a euros, está regalado. Debes cerciorarte de cuánto valen las cosas más o menos, mirar en el propio producto buscando la anotación cerca de las siglas M.R.P., etc; ¿o acaso cuando vamos de rebajas en España pagamos más de los que se nos pide porque está regalado...?

Lo dejo aquí ya, porque me lo quitan de las manoooss...!! XD


Un abrazo, Pablo L.

miércoles, 24 de noviembre de 2010

Sex and Love

No, este título no significa que me haya vuelto loco y vaya a contaros un supuesto affair tenido con alguna voluptuosa belleza asiática que haya conocido por aquí por Chennai, XD. En este último post sobre mi viaje por el Norte de la India, voy a tratar de relacionar el sexo y el amor en un país como la India, dónde en muchas ocasiones (sobre todo al sur) las cosas son de una forma, aunque no se diga explícitamente. Nuestros últimos días de viaje nos llevaron a dos ciudades famosas por sus monumentos y por el ambiente sagrado y espiritual que rezuman; aunque cada una a su estilo.

Khajuraho es una ciudad de poco más de 19.000 habitantes, que se ubica en el estado de Madhya Pradesh (uno de los más humildes de la India) y que es mundialmente conocido por albergar tres grupos de templos declarados Patrimonio de la Humanidad. En todas las edificaciones presentes, destacan por encima de cualquier cosa, las famosas esculturas del Kamasutra, que adornan las paredes.


Se dice que Khajuraho fue fundada por Chardravarman, hijo del dios de la luna Chandra, quien sedujo a una joven doncella que se bañaba en un arroyo. La dinastía Chandela construyó los templos, muchos de los cuales se levantaron en un lago. La mayoría de los 85 templos, de los que quedan 25 en pie, fueron construidos entre los años 950 y 1.050. Poco después, la capital del imperio se trasladó a Mahoba, población vecina. El aislamiento de Khajuraho los preservó de la desacralización que los invasores árabes impusieron; no obstante la zona fue abandonada poco a poco, hasta que la jungla se apoderó de ella. El resto del mundo lo ignoró hasta que un oficial británico fue guiado a las ruinas por sus porteadores.

Muchas veces me he preguntado porqué en un país como la India, donde se encuentran las esculturas del Kamasutra y se hace negocio de ellas, el sexo es un tema tabú. Ya he comentado en alguna ocasión que todavía no he visto aquí en la India una pareja de novios de la mano, o dándose un beso en plena calle, pero sin embargo te puedes ir a Khajuraho y "ponerte las botas" con las sugerentes figuras que adornan los templos. ¿Cómo se explica esto? Como suele ser habitual en la tierra de Gandhi, no se explica, jaja, simplemente es así. Lo único que pudimos averiguar, según nos contaron en uno de los templos, es que las esculturas del Kamasutra buscaban, entre otras cosas, aleccionar a los fieles. Así, por ejemplo, se puede observar, en la foto de abajo, un elefante arrebatándole su amante a un hombre. Moraleja: "¡¡Delante de animales salvajes ni tocarse, iros a un hotel!!"


Me resulta practicamente imposible reproducir los nombres de todos los templos, esculturas y lugares que visitamos, porque a pesar de que estuvimos sólo un día, fue un no parar; así que ahí van unas fotitos de algunas de estas maravillas.

Sobre estas líneas, Varaha
reencarnación de Visnu en jabalí


Agra es una población de más de 1,3 millones de habitantes, y que nutre gran parte de su economía gracias al turismo. Allá por el año 1.500, el sultán Sikander Lodi estableció aquí su capital, pero en 1.526 fue derrotado por el emperador Babur. La ciudad vivió su máximo esplendor de mediados del s. XVI a mediados del s. XVII, durante los reinados de Akbar, Yahangir y Sha Yahan, cuando se construyeron el Fuerte de Agra, el Taj Mahal y otros mausoleos importantes. Curiosamente, Sha Yahan construyó más tarde una nueva ciudad en Delhi, y su hijo Aurangzeb (del que más tarde os contaré) traslado allí la capital 10 años más tarde.

Y ahora es cuando surge la pregunta, ¿y Akbar, Sha Yahan y compañía, quienes eran, qué religión tenían, de dónde surgieron? Interesante pregunta, que hasta hace unos días no hubiera sabido responder. Resulta que, como ya he comentado en alguna ocasión, me he valido en todo este tiempo de una guía de viaje que me recomendaron y con la cual estoy muy contento, pero la tengo en español. Este detalle, que podría parecer una ventaja a priori, se ha convertido en un hándicap, porque hay algún que otro error de traducción que me ha llevado a confusión y a liarla bastante. Resulta que toda la saga familiar del emperador Babur pertencía al Imperio Mogol (sin 'n'), fundada por este mismo. Esta dinastía, dominó India entre principios del siglo XVI y mediados del siglo XIX. La errata, aunque gorda, no es tan evitable si tenemos en cuenta que mogol es, según parece, una versión indo-aria de la palabra mongol (con 'n', esta vez). Y ya sé lo que viene ahora: "¿...Pablo, y el Imperio Mongol (con 'n')dónde cuadra?". Pues basta con tirar de Wikipedia y enterarse de que los mongoles fueron un imperio instituido por el famoso Gengis Kan a principios del siglo XIII y ha sido aquel de tierras continuas más extenso de la historia. En su apogeo se extendió desde la península coreana hasta el Río Danubio. ¡¡Casi ná!! Curiosamente, y a pesar de no ser civilizaciones coetáneas, los mongoles (con 'n') no llegaron si quiera a pisar territorio indio donde más tarde se asentarían los mogoles (sin 'n'). Esta diferencia/curiosidad, que pasa inadvertida para muchos, no la sé por mi vasto conocimiento de la historia oriental (nada más lejos de la realidad, XD), sino porque cuando estaba contándole mi viaje a mis compañeros de clase, empezaron a salir nombres de monumentos que había visitado, emperadores que los habían mandado construir y civilizaciones a las que pertenecían y la cosa empezó a chirriar. Así que, tras escuchar la versión de Sudish (compañero natural de Kerala), corroboré todo lo que me dijo en la red. Como siempre, nueva cura de humildad para el cuerpo. Lo peor de todo es que creo que, en general, mi generación no sabe este tipo de cosas, y además, ni le importa.

Fuerte de Agra

Cada año, el número de visitantes del Taj Mahal dobla casi al de habitantes de Agra. Sha Yahan construyó el Taj en memoria de su segunda esposa, Mumtaz Mahal, quien murió al alumbrar a su 14º hijo en 1.631. Su muerte dejó al emperador tan afligido que se dice que su pelo encaneció de la noche a la mañana. La construcción del Taj empezó ese mismo año y no se acabó por completo hasta 1.653. Poco después Sha Yahan fue destronado por su hijo Aurangzeb y confinado en el fuerte de Agra; por el resto de su vida sólo pudo contemplar su creación desde la ventana del fuerte. Tras su muerte en 1.666 fue enterrado junto a su mujer. Curiosamente, el complejo donde se ubica esta Maravilla del Mundo, es simétrico, al igual que el mausoleo en cuestión, el Taj Mahal. Dicha condición sólo se rompió cuando se colocó la tumba del emperador al lado de la de su amada. El Taj Ganj, que es el nombre del recinto en cuestión, está bordeado por el Río Yamuna, uno de los 7 ríos sagrados para los hinduistas (aunque el Taj, a diferencia de lo que muchos piensan, ni tiene caracter religioso, ni es hinduista). Es curioso que una de las obras arquitectónicas más impresionantes del mundo no sea fruto de la religiosidad o el fanatismo, sino del amor.

No sería raro pensar que el niño del emperador se portó como un mamón desagradecido cuando destronó a su padre y lo encerró en el Fuerte de Agra (que, por otro lado, es impresionante, quizás más por fuera que por dentro). Eso sería lo lógico, sino fuera porque el padre de la criatura hizo lo propio con su progenitor unos años antes. Así que de tal palo,...

Detalles del Taj Mahal visto desde el Fuerte de Agra.

Jardín principal del Taj Ganj, frente al Taj Mahal

Sobran las palabras...


Un abrazo, Pablo L.

miércoles, 17 de noviembre de 2010

Más indio que Varanasi

El vuelo de SpiceJet (que se ha convertido ya en nuestra aerolínea de confianza), aterrizó en Varanasi bruscamente. Esta ciudad (también conocida como Benarés) del estado de Uttar Pradesh, uno de los más pobres de la India, tiene 1.200.000 habitantes aproximadamente, aunque su aeropuerto no es mucho más grande que el de Gibraltar. Era cómico ver como las maletas pasaban, por la zona de recogida, por una cinta minúscula y como caían al suelo cuando nadie las retiraba. Nada más llegar, me llevé el sorpresón de la jornada, y es que escuché detrás de mí una voz que me preguntaba: "¿sois españoles, no?, ¿de qué parte?", madre mía qué pequeño es el mundo, pensé; pero es que ahí no acababa todo, porque hablando con el chiquillo, me cuenta que se llama Marco Antonio y que es de San Fernando, Cádiz, ¿cómo te quedas? ¡¡Muertoooooo!! Así que ahí dejo foto testimonial con mi paisano, para ver si alguno de los blogueros lo conoce.

Nada más salir del aeropuerto cogimos un autobús y nos dirigimos al centro de la ciudad, a la parte verdaderamente interesante y típica de Varanasi, los ghats. Un ghat es un término bengalí que hace referencia a una sucesión de escalones que llevan a una porción de agua, ya sea un lago, río, etc. En este caso, los peldaños llevan nada más y nada menos que al Río Ganges, uno de los 7 ríos sagrados para los hinduistas. Hay ghats destinados al baño de los fieles y otros pocos pensados para la incineración de cuerpos; según nos contaron, ¡¡cada día se creman en la ciudad entre 300 y 500 cuerpos!!

La foto que muestro a continuación es muy especial, ya que durante todo el viaje estuvimos tratando de hacer la foto que pudiera ser la próxima portada de Lonely Planet en su edición de India del Norte. No sé qué pensarán los editores, pero a nosotros fue la que más nos gustó, por la expresividad de nuestra desinteresada modelo y la belleza del sitio escogido.


No me cabe duda al decir que Varanasi es hasta ahora la ciudad que más me ha impresionado aquí en la India. Tuvimos bastante suerte, ya que uno de los días dimos a parar con un paisano que nos estuvo explicando muchas curiosidades y que nos ayudó a hacernos una idea de la importancia de esta ciudad para los hindúes. Nueva cura de humildad, ya que nuestro informador quería tenernos al tanto de sus costumbres, pero no a cambio de dinero o de una visita a su tienda, sino como él dijo, para que el día que visite nuestro país, haya alguien como él que le cuente cosas acerca de nuestra cultura. La India será un país en vías de desarrollo en muchos aspectos, pero en ser buenas personas, nos llevan un buen trecho de ventaja.

Creo que ya he dicho alguna vez que aquí en la India puedes hacer la misma pregunta a tres personas distintas y recibir una contestación diferente de cada una; lógicamente, este caso no iba a ser distinto, XD. Detallo aquí algunas de las perlas que este simpático chaval nos contó, aunque nuevamente, la realidad supera a la ficción y nadie puede hacerse una idea de lo mágico que llega a ser este sitio.

Todo hinduista a su muerte, debe ser incinerado en alguno de los ghats crematorios que existan a la orilla del Ganges a su paso por Varanasi; si esto es imposible, dada la vasta extensión del país, al menos las cenizas del difunto deben ser lavadas en el río. Explico esto último, porque tiene miga el asunto: previamente a la cremación, al finado se le afeita todo el cuerpo, se le viste de blanco y se le baña en las aguas del río cubierto con una toga de color que identifica su condición (adolescente, anciano, mujer soltera, etc.). Tras esto es recostado sobre una cama hecha con madera, que previamente la familia ha tenido que comprar. Se necesitan aproximadamente unos 200 Kg. de troncos, y los precios varían en función de la calidad de los mismos, siendo los de sándalo los más caros. Hay una persona encargada de atizar el fuego y estar pendiente de que el procedimiento se realiza correctamente. Tras esto, las cenizas son arrojadas de nuevo al río y son lavadas o coladas por unos operarios, que tienen permitido quedarse con cualquier alhaja (incluídos dientes de oro y/o plata) que poseyera el finado, ya que éstas no se le quitan antes de la cremación. Por respeto, está prohibido tomar fotos de las incineraciones; en las fotos, una de las balanzas utilizadas para pesar la madera a utilizar en la incineración y detalle de uno de los ghats reservado para las personas de casta más alta.

Hay una serie de casos en los que no está permitido incinerar al muerto en los ghats destinados a tal uso: si la muerte ha sido por delito de sangre, si se trata de un animal, si se trata de una mujer embarazada, si es un hombre que ha dedicado toda su vida al rezo y al retiro espiritual o si la muerte ha sobrevenido por la picadura de una serpiente (seguramente habrá alguno más, pero quien sabe, ¡¡esto es la India!!). En el primer caso la cremación se lleva a cabo en otro ghat distinto, en los siguientes, se lleva el cuerpo en una barca al centro del cauce del río, se le ata una soga y a ésta una piedra y se arroja por la borda.

Como es habitual entre los turistas, vimos el amanecer y el atardecer surcando el río en una barca perteneciente a un pescador de los muchos que se congregaban en alguno de los más de 80 gahts que tiene Varanasi. Las imágenes son simplemente espectaculares.


No faltaron por supuesto las visitas a los bazares, tiendas y casas particulares donde pudimos admirar sarees de vivos colores, pashminas suaves y delicadas como plumas, bisutería y joyería hecha con piedras de todos los rincones de la India y artesanía de fino acabado y motivos varios (aunque la religión era el denominador común). La oferta era tan vasta, que no daba tiempo a hacerse una pequeña idea de la cantidad de comercios que ofrecían sus mercancías. Lógicamente, todo esto iba acompañado de unos vendedores con una pericia increíble en el regateo (¡¡unos artistas!!) y que solo con escucharnos hablar entre nosotros, nos decían frases del tipo: "...hola, hola, CocaCola...", "...mira, mira, Cachemira..." o "...mirar es gratis, ven a mi tienda...". Venir a Varanasi con la cartera llena y sitio en la mochila puede llegar a ser peligrosísimo, porque es con diferencia el sitio en el que he estado donde se pueden encontrar mejores precios en todo este tipo de artículos.


Por último, he querido incluir alguna instantánea que muestre la particular belleza de esta ciudad, aunque hacer la selección ha sido tremendamente difícil, porque en cualquier esquina podías pasarte horas echando fotos.

Panorámica de la ciudad desde una terraza del centro.

Detalle de uno de los ghats. Curiosamente es el mismo que aparece en la foto
 de fondo de este blog (y puesta por casualidad), pero desde otro ángulo.

Atardecer y anochecer vistos desde los ghats de la ciudad.

Higuera sagrada bajo la que los peregrinos rinden culto a
 un lingam de Siva (imagen fálica de Siva), en Assi Ghat.

La moda en Varanasi, un tanto particular, XD.

Brahmanes celebrando una ceremonia a los cinco elementos (fuego,
agua, tierra, viento y cielo), al atardecer, en uno de los ghats.

Detalle de las estrechas calles de Varanasi y su
inseparable tráfico a dos ruedas. ¡¡Todo un peligro!!

Queda sólo un fascículo de esta aventura, así que el próximo post será en pocos días, porque ya he vuelto de otro viaje y se me acumula el trabajo, XD.


Un abrazo, Pablo L.

viernes, 5 de noviembre de 2010

A vista de Himalaya

El viaje a Manali fue algo accidentado. El autobús es el único medio disponible para llegar a este pueblo de montaña situado a unos 2.050 m de altitud. Decidimos hacer el trayecto por la noche, para no perder tiempo. Se suponía que llegábamos sobre las 8 de la mañana, pero en un alarde de conducción temeraria del chófer por las sinuosas y estrechas carreteras típicas de este país, ¡¡nos plantamos en Manali a las 6 y cuarto!!. Todavía con el miedo en el cuerpo, salimos de la estación, y mientras decidíamos dónde nos quedábamos,  nos anduvimos calentando a la vera de una hoguera que había en medio de la calle. Teníamos pensado quedarnos 2 noches, y tres días.


En la primera jornada nos instalamos y aprovechamos la tarde para visitar alguno de los numerosos mercados que inundan el pueblo. Encontramos alguna que otra ganga que parecía de buena calidad, aunque no dudo que al igual que en Shimla, fueran de dudosa procedencia. También estuvimos informándonos y preparando la ruta que teníamos pensado hacer el segundo día. Nos costó decidirnos, por el poco tiempo del que disponíamos y por las infinitas posiblidades de este enclave montañoso. Al final estaba claro, íbamos a subir al Rohtang Pass (Paso de Rohtang).

Nos levantamos muy temprano y cogimos un autobús hasta la vecina Koti, donde después de un maravilloso desayuno a base de café y chana batura (algo parecido al poori que tanto me gusta), comenzamos la caminata. No sé decir exactamente cuántos kilómetros andamos, porque al poco después de empezar, dejamos la carretera, a la derecha (que subía la montaña haciendo unos eses que ni en el Tour de Francia), y tomamos un sendero que se perdía y aparecía constantemente, así que los cálculos sólo puedo hacerlos en horas. Tardamos unas cuatro horas en llegar al poblado de Marhi (11.200 pies, unos 3.390 metros), y tras un refrigerio de una media hora, partimos a nuestro destino final, para entre una cosa y otra llegar allí como a las 16.30 h. (Rohtang Pass, 13.052 pies, unos 3.950 metros). Recuerdo bien la hora porque nos sorprendió que siendo tan temprano, estuviera oscureciendo tan rápido; además, el último autobús de vuelta a Manali pasaba por allí a eso de las 17.00 h.


Aquí os presento a Agra, la perra que estuvo acompañándonos durante un buen trozo de la subida. Era super dócil, pero no le dimos mucha bola, porque aquí con los perros hay que tener cuidado. ¡¡A saber la de cosas que te pueden contagiar, XD!!.


Y algunos pensaréis, y ¿¿que es eso del Rohtang Pass, que hay allí?? Pues siento decepcionaros, pero simplemente es un puerto de montaña; es decir, el punto más alto al que se llega por el camino que va hacia Leh (antigua capital del reino de Ladakh, actualmente en el estado de Jammu y Cachemira), y que digo yo que será una carretera nacional (por llamarla de alguna forma, porque está casi sin asfaltar y con unos socavones enormes debidos a los continuos desprendimientos de roca). En las guías de viaje se puede leer que el Rohtang Pass toma su nombre del Rohtang La, montaña cercana que significa literalmente montón de cadáveres, en referencia a los cientos de viajeros que han muerto congelados aquí. También se comenta en la Lonely que muchos turistas indios vienen a pasar el día desde Manali para gozar de su primer contacto con la nieve, pero no os creáis que vienen a andar y a disfrutar del aire puro, sino que van a todo tren en unos todoterrenos enormes y disfrutando del paisaje. De hecho, sólo estábamos haciendo esa ruta a pie unos pastores de cabras y nosotros. Yo creo que los turistas indios estaban alucinados de que gente blanquita no tuviera dinero suficiente para no ir andando; creo que el concepto de turismo rural todavía no ha tomado mucha fuerza por aquí, XD. Las instantáneas son espectaculares, y se quedan cortas al intentar enseñar la belleza de un entorno respaldado por la cordillera del Himalaya; ¡¡casi se podía tocar con las manos!! 

El autobús de vuelta a Manali quedará en nuestro viaje como uno de los momentos más agobiantes, paranoicos y divertidos. En un trayecto de unos 56 kilómetros, tadamos la friolera de 4 horas, todo gracias a una carretera, en pésimas condiciones, que era simplemente inexistente en muchos momentos. Fuimos casi todo el tiempo de pie, apiñados en el pasillo del autobús y con no sé cuántos indios que sólo hacían mirarnos y reírse.


El último día, dado el cansancio que teníamos, decidimos quedarnos paseando por Manali. Eso sí, no un paseo cualquiera, sino un paseo al más puro estilo indio (y no estoy hablando de andar descalzo, mascar tabaco y escupir mientras tiras papeles al suelo), un paseo en una Royal Enfield. En nuestra vida habíamos conducido ninguno motos de marchas, pero por supuesto dijimos en la tienda que éramos unos expertos (algo que dejaron de creerse cuando vieron que no éramos capaces ni de arrancar la moto a pedal). Por lo que me contaron unos chicos de Almería que nos encontramos allí, en la India las motos tienen el pedal de las marchas en el lado contrario que en España (aquí es el derecho y allí es al revés, creo), pero evidentemente a mí era un dato que no me decía mucho, porque sin haber cambiado nunca las marchas de una moto, ¿¿cómo me iba a preocupar el que estuvieran en el lado contrario??. De las cosas más importantes que aprendí ese día fue a usar el pedal del freno y no sólo el de la maneta,ya que de ir en bici estoy acostumbrado a que el freno esté en el manillar, únicamente. De los cascos mejor no hablamos, porque además de no ser obligatorio aquí en la India (o de no ser sancionados los infractores, por la policía), los que nos dieron hacían de todo menos proteger; más bien yo creo que eran hasta peligrosos. Las fotos no tienen desperdicio, pero las sensaciones son simplemente indescriptibles. Deseando estoy de volver a España y pillarme una, jaja.


Esa misma tarde cogimos un autobús de vuelta a Delhi y de allí, volamos seguidamente a Varanasi (Benarés), donde comenzábamos una segunda parte del viaje más espiritual. Ya os iré contando. Por cierto, un truquito: si pincháis en las fotos, las podréis ver en grande.


Un abrazo, Pablo L.