lunes, 27 de diciembre de 2010

Los de la generación del 88

Se acabaron las clases, ¡¡vacaciones!! Que ya iba siendo hora, porque digo yo que acabar el último examen el día de Nochebuena, como que no es muy normal, XD. Ya me he despedido de mis compañeros unas veinte veces, pero estoy seguro de que todavía me quedan algunas más, porque los chavales son muy apegados (que no pesados) y muy cercanos. El último día, nos hicimos una fotito de recuerdo. En esta que pongo no salgo yo, porque estaba de fotógrafo. Traté de explicarle a uno que pasaba por allí cómo usar la cámara, para poder estar yo también, pero tras cuatro intentos, desistí, XD.

 Foto de grupo en la puerta principal del departamento

 Foto del aula del primer año de la rama M.E. Communication Systems

Tampoco faltó una instantánea con el Jefe de Departamento, que aquí se le conoce como HOD (Head Of Department) y al que los Erasmus españoles llamamos simplemente el cabeza. Es un señor, como podéis ver, de talla reducida, pero con un poderoso bigote, acorde con su gran cargo. No es muy hablador, no nos vamos a engañar, pero es muy atento y eficiente.


No quería terminar mi estancia sin escribir un post acerca de ellos, de mis compañeros, y del sitio en dónde los he conocido, en el departamento de Electrónica y Comunicaciones de Anna University; ellos son los de la generación del 88.

El perfil de un estudiante de mi clase es un chico de unos veintidós años, con la tez oscura, al igual que los ojos, 1,70 de estatura, complexión delgada y una sonrisa blanca y estupenda siempre en la boca. Normalmente lleva alguna camisa estilo retro que gustan tanto por aquí, pantalones acampanados, un cinturón que le da una vuelta y media a la cintura y chanclas o en su defecto sandalias.

Para conocer más a fondo cómo piensa uno de mis compañeros, me decidí a hacerle una pequeña entrevista a uno de ellos. En realidad no escogí a uno cualquiera, no fue al azar, sino que me decanté por el capitán de cricket del equipo de la clase, toda una institución, XD. Desde aquí agradecerle sus sinceras palabras, que trato de reproducir a continuación. No es una traducción literal, pero he tratado de atrapar la esencia de sus palabras.

Pregunta: ¿Cómo te llamas?
Respuesta: Muguelan.
P.: ¿Y los apellidos?
R.: No tengo apellidos, tengo iniciales.
P.: No lo entiendo, ¿iniciales de qué?
R.: La primera es del nombre de mi abuelo, y la segunda del nombre de mi padre.
P.: ¿Las de tu madre no aparecen?
R.: No, las de mi madre no.
P.: Entonces te llamas Muguelan...
R.: Muguelan R.K., es decir, Muguelan Ramakrishnan Kuppusamy.
P.: ¿Y este sistema es igual en toda la India?
R.: No, depende del estado, pero en Tamil Nadu y en Kerala, sí.
P.: ¿Qué edad tienes?
R.: 22. Cumplo en febrero.
P.: ¿Dónde vives?
R.: Este año, durante el curso, en Chennai. Pero yo soy de Pondicherry.
P.: ¿Cuántos idiomas hablas?
R.: Hablo Tamil e Inglés y entiendo también Francés e Hindi.
P.: ¿Qué has estudiado para llegar hasta aquí, hasta Anna University?
R.: Cuando se tienen 3 años, se va al Lower Kinder Garden, y al año siguiente al Upper Kinder Garden (primer y segundo año de guardería). Después se empieza, con 5 años, el First Standard, y se continúa subiendo hasta el Twelfth Standard, con 17 años. A partir de ahí vas a la universidad, a hacer un curso U.G. (Under-Graduate), y cuando acabas puedes hacer un P.G. (Post-Graduate), que es lo que hago ahora aquí.
P.: ¿Cuáles son tus aficiones?
R.: Ver y jugar al cricket y escuchar música.
P.: ¿Eres de algún equipo en especial?
R.: Sí, de los Chennai Superkings, que este año ganaron la Champions League.
P.: ¿Qué tipo de música te gusta, qué grupo?
R.: Me gusta el jazz y el rock, pero en la India no hay demasiados grupos de música.
P.: Pues yo no paro de ver gente que va con escuchando música con el móvil.
R.: Pero no es música de grupos, son bandas sonoras de películas, que aquí tienen mucho tirón.
P.: ¿Estás casado o prometido?
R.: (risas) No, sólo tengo amigas.
P.: ¿Estás orgulloso de ser indio, te sientes parte del país?
R.: Sí, muy orgulloso. Tenemos una gran tradición, un cultura muy antigua. Todos los extranjeros opinan que nuestra cultura es una de las mejores. La gente, por ejemplo, es muy familiar, y los hijos están en casa hasta los 30 o los 40 años.
P.: ¿Pero se quedan porque quieren o porque no tienen más remedio?
R.: No, no, porque quieren, al igual que los padres. Es un honor.
P.: ¿Qué piensas hacer en el futuro, cuando acabes tus estudios?
R.: Mi primera opción es enrolarme en el Cuerpo Nacional de Cadetes, en las Fuerzas Aéreas. Si no consigo entrar, buscaré un trabajo relacionado con las telecomunicaciones y me matricularé en los cursos de doctorado.
P.: ¿Quieres ser militar, por qué, qué es lo que te llama?
R.: Mi país me ha dado todo lo que tengo, todo lo que soy, así que ahora quiero servirlo, devolverle algo de lo que me ha dado; si no tienes patriotismo, ¿qué te queda? Es un honor.
P.: ¿Sabías algo de España antes de conocerme a mí?
R.: Sí, había escuchado cosas acerca de los equipos de fútbol y las corridas de toros.
P.: ¿Pero sabes dónde está, qué países tiene cerca o algo de su historia?
R.: Sé que está en Europa y que sus vecinos son Francia al norte y Portugal al sur.
P.: Bueno, Portugal está más bien al oeste (risas), pero veo que estás enterado, me sorprende que sepas esas cosas, España es un país muy pequeño y Europa muy grande. ¿Cómo es eso?
R.: Es normal, porque en el instituto damos historia y geografía, y normalmente hay un tema entero dedicado a Europa.
P.: ¿Tienes pensado viajar, salir fuera de la India, pedirte una beca como he hecho yo, o simplemente conocer mundo?
R.: No, no me interesa.
P.: ¿Pero por qué, crees que no hay nada que te pueda interesar lejos de tu país?
R.: (tras unos segundos de duda, se sincera) La verdad es que me da un poco de miedo, porque este año es el primero que estoy viviendo fuera de casa (que está a 150 Km., unas tres horas en autobús), así que no me gustaría dejar a los míos
P.: La última pregunta, ¿a qué hora te sueles acostar y levantar?
R.: En un día normal, a las 6 de la mañana, y suelo acostarme sobre las 11 o las 12 de la noche.
P.: Muchas gracias Mugue.
R.: De nada.

Hoy he sentido lo diferente que soy de mis compañeros, chavales más o menos de mi misma edad. No es que no tengan todo lo que tengo yo, ni que no dispongan de los medios a los que yo tengo acceso (que también), es que simplemente buscan otras cosas, tienen otros objetivos. Quizás lo que pasa es que nadie les ha contado las posibiliadades que tendrían si las cosas fueran de otra forma. El caso es, que a pesar de todo, se les ve siempre sonrientes y felices con lo que tienen y con lo que son. Constantemente les escucho palabras como honor, respeto y orgullo, y muchas veces acompañando a otras como mi país o mi familia. Hoy he sentido envidia sana de mis compañeros indios; hoy me han vuelto a dar una nueva lección de humildad. Muchas gracias.

Prácticamente ya no queda nadie en el Kurinji, y de los Erasmus sólo estoy yo; todo el mundo ha ido a casa de vacaciones de fin de semestre (que no de Navidad) o de viaje. Yo cojo un vuelo en unas horas hacia Colombo, capital de Sri Lanka, para bucear y conocer algo de nuestro vecino más cercano. El fin de año será en Malasia, en Kuala Lumpur, y a la vuelta todavía me quedarán unos días para visitar Kerala (un estado del suroeste de la India), así que ya os iré contando, aunque estaré ausente unos días, XD.



Un saludo, Pablo L.

viernes, 17 de diciembre de 2010

Siva, Al Pacino y Sonia

Un tren nocturno nos llevó desde Ajmer hasta Udaipur, siguiente parada en nuestro viaje y una de las ciudades más importantes del sur de Rajasthan. Cuenta con algo menos de 400.000 habitantes y según hemos podido leer por ahí, es considerada una de los lugares más románticos de la India. La urbe, que rodea el Lago Pichola, fue fundada en 1.559 por el marajá Udai Singh II, y se hizo famosa por su fervor patriótico e independentista, como contraposición a las grandes urbes de marcado carácter musulmán de las que era vecina.

Debido a la falta de días, sólo estuvimos en Udaipur desde por la mañana bien temprano hasta por la noche. Dejamos las mochilas en la consigna de la estación de tren y cogimos un rickshaw al centro. Por raro que parezca, no he encontrado unos ricks más caros que los de Chennai, increíble, hasta en eso es peor mi ciudad, XD.

No nos pegamos todo el día de allá para acá de visita, sino que preferimos aprovechar para pasear por las tranquilas calles de la urbe, curiosear en los bazares buscando alguna ganga y, eso sí, acceder al Palacio de la Ciudad, que es el más grande de Rajasthan. Fue construido por el mismo fundador de Udaipur y reformado progresivamente con el paso de los años, añadiéndole nuevos elementos que conforman el actual complejo. Las terrazas superiores gozan de bellas vistas del lago y la ciudad; todo el recinto está repleto de balcones, torres y cúpulas. Para mi gusto, lo mejor de nuestra visita fue que estaba todo muy cerca y se podía ir dando un paseo, sin mucho tráfico ni ruido.


Fue en una de las veces que íbamos de camino al lago cuando vi una de esas estampas que se te quedan grabadas a fuego en la memoria. En un lugar tan turístico como Udaipur, los pequeños comerciantes tratan de hacer su agosto con los visitantes, cosa lícita, por supuesto. Es curioso, porque en muchos de los mercados en los que he estado en estos casi seis meses, la mayoría de los comerciantes tenían exactamente las mismas piezas para vender. Lógicamente, la mercancía cambia de un lugar a otro, y si en Varanasi había muchísima ropa, en Rajasthan por ejemplo, encontré una gran variedad de cuadernos de papel reciclado con las tapas en piel curtida, una verdadera vilguería. El caso es que podría llegarse a pensar que hay una producción en masa de estos artículos y una distribución al pequeño comerciante, que tiene permiso para regatear en el precio y obtener así el beneficio que le parezca adecuado; es decir, que está todo muy bien montado

A la vuelta de una esquina nos encontramos con un puesto de artesanía, que tenía muy buena pinta. El vendedor era un chaval que no tendría más de quince años y a su lado tenía a la niña que veis en la foto. La imagen era sobrecogedora: una cría de no más de seis años con la cara salpicada de las lascas que saltaban de la figurita que estaba tallando y que aguantaba con sus pies. Sus herramientas no eran otras que un pequeño cincel y una piedra que hacía las veces de martillo. Se la veía trabajando con dedicación, o con resignación; a veces concentrada, a veces con la mirada perdida. Compramos un par de piezas cada uno y le dimos un paquete de galletas a la curranta, que las recibió con una sonrisa inmensa que le ilumnaba la cara. Se me entremezclaban las ideas: por un lado comprar en ese puesto suponía que parte de los beneficios irían a parar al bienestar de esta niña; por otro lado me daba cuenta de que estábamos alimentando que el negocio siguiera en marcha. No puedo decir que estuviera ante un caso de explotación infantil, porque no tengo más detalles, ¿pero qué pasa con el colegio, el juego,... qué pasa con su infancia? La sensación se tornó algo más agridulce cuando, en otra parte de la ciudad, encontramos otro puesto con figuritas muy parecidas y que costaban practicamente la mitad. El vendedor/escultor tendría algo más de treinta años y cuando lo vi trabajar, me di cuenta que igual nuestra niña ni si quiera sabía tallar y que todo era un reclamo. A lo mejor me equivoco, pero me queda la duda. Esto también es Incredible India...

Como en cualquier otra visita, nos llevamos muchísimas fotos, he aquí algunas,

Detalle de una vidriera del Palacio de la Ciudad

Niña representando a Kali, manifestación de Pavarti, esposa de Siva

Imagen del Lago Pichola desde uno de los numerosos puentes de Udaipur

Nos fue imposible conseguir billetes para ningún tren nocturno camino de nuestra última etapa. En vez de eso, optamos por coger un sleeper bus, que es su equivalente por carretera. El viaje parecía a priori ideal, ya que pasábamos toda la noche durmiendo en camas, de camino a nuestra siguiente parada, Jaisalmer.

Ya montados, nos dimos cuenta de que la cosa no era tan maravillosa, por varios motivos, a saber: las camas tenían un colchón (o sucedáneo) tan fino que era como dormir directamente sobre la tabla; las carreteras, como suele ser habitual, eran nefastas, aunque no por ello el conductor desistió en su intento por emular a cualquier piloto del Dakar, por lo que fue prácticamente imposible dormir más de una hora sin despertarme por algún bache, frenazo, etc.; aunque compramos el billete directo, nos encontramos con la sorpresa que a medio camino, en Jodhpur y a eso de las 5 de la mañana, nos cambiaron de autobús. Como resultado de todo esto, llegamos exhaustos a nuestro destino. 

Jaisalmer es también conocida como la Ciudad Dorada, ya que sus edificios (incluído el fuerte) están hechos de una piedra arenisca de color dorado, cualidad que se acentúa con los rayos del Sol. La ciudad está construida en torno al fuerte, que es como un enorme castillo de arena que se eleva desde las llanuras como un espejismo. Según pudimos saber, este enclave militar, ahora en desuso, antaño tuvo gran importancia, ya que está a unos 100 Km. de la frontera con Pakistán. La urbe tuvo un importante auge debido a ser paso obligado para las exóticas rutas comerciales transitadas por caravanas de camellos.

Sin mucho tiempo que perder, nos recogieron en la estación de autobús y fuimos directos a la oficina de una agencia con la que ya teníamos apalabrada una ruta en camello (que finalmente resultaron ser dromedarios) por el Desierto de Thar.

Viajamos durante media hora en jeep hasta que, por un desvío, accedimos a un sendero sin asfaltar que se adentraba en una árida llanura. Poco después dábamos con los camellos y sus jinetes. El grupo de seis personas en el que nos metieron, y que pasó a ser más tarde de ocho, es digno de mención y pudiera ser el comienzo de cualquier chiste: "...iban una iraní, una sueca, dos chinas, una americana y tres españoles...", XD. Me sorprendíó poderosamente que, menos las chinas, las demás viajaban solas por el país, y precisamente esta es una de las prácticas que más desaconsejan las autoridades, sobre todo siendo mujer.

Conocimos a Jamal, nuestro guía, y sus ayudantes, que según nos contaron pasan nueve meses al año en el desierto y en contadas ocasiones van a la ciudad a comprar alguna cosilla que les haga falta. Tras ensillar a las bestias y sin ningún tipo de curso preparatorio ni indicaciones, nos montamos y empezamos la ruta. En mi vida he montado a caballo, y no sé si la sensación es la misma, pero me sentí insignificante ahí arriba (y eso que me tocó el más pequeño de los bichos). El paso de los camellos es tranquilo, pausado, pero constante, y tras un rato es fácil acostumbrarse al vaivén. Al poco de comenzar nos presentamos a nuestras monturas: el Knino montaba a Siva, es decir, que llevaba las riendas de Dios, que se dice pronto; mi hermana llevaba a Al Pacino, y a mí,... a mí me tocó la fémina del grupo, Sonia.



Tal y como habíamos leído, el gran Desierto de Thar está formado principalmente por zonas áridas de matorrales salpicadas de aldeas, así que no es como los que se ven por la tele. Eso sí, en la zona en la que pernoctamos si había un conjunto de varias dunas que recordaba a la típica postal de película. Tras desensillar a los camellos y atarles las patas delanteras entre sí para que no fueran muy lejos, nuestros guías comenzaron a preparar la cena, obsequiándonos previamente con un chai (té) con un toque de gengibre que lo hacía delicioso. Es impresionante ver cómo esta gente se apaña en medio de la nada para cocinar. Los platos y utensilios los lavan con un poco de agua y arena, y quedan realmente bien. Allí mismo amasan los chapattis y cuecen el arroz sobre un fuego hecho al momento. La comida estaba deliciosa, y no picaba, afortunadamente para nosotros. Tras un poco de charla y unas canciones frente al fuego, nos fuimos a dormir (en unas camas que dejan amarradas a unos árboles cercanos). A pesar del calor de la mañana, la noche fue fría como pocas, pero se estaba agustísimo bajo un inmenso edredón y el manto del cielo estrellado. Mayor aun fue nuestro bienestar cuando conforme nos íbamos despertando, nos iban dando un chai mañanero. ¡¡Gloria!!


Tras el desayuno, volvimos a nuestras monturas y en un par de horas o tres llegamos al jeep que nos llevó de vuelta a la ciudad. Me quedan grabadas las imágenes del atardecer y el anochecer, los cánticos de Jamal y sus colegas, el olor a chapatti recién hecho, el regusto del gengibre que potencia el sabor del té, el sonido de la nada en medio del desierto, algo que no había podido escuchar desde que estoy en este bullicioso país,...


De vuelta en la ciudad visitamos, como era de esperar, mercados, tiendas (muchos de ellas dentro del fuerte) y algunos havelis, que son unas casas de arquitectura recargada y con acabados en piedra tallada en balcones, cúpulas y ventanas de estilo árabe. Fueron construidas por toda la ciudad durante el apogeo de la misma en el siglo XVII.


18 hora más tarde de coger el tren en Jaisalmer, amanecimos en Delhi, desde donde esa misma tarde cogíamos nuestros respectivos vuelos, a Chennai yo y a Madrid las visitas. Fue una mañana de idas y venidas, con prisas, tratando de sacar el máximo partido al poco tiempo que nos quedaba y explorando (por segunda vez para mí) los muchos sitios de interés turístico que alberga la cáotica y ruidosa capital india. Sólo pudimos acercarnos al Fuerte Rojo y a Jama Masjid.

El primero es una enorme fortaleza de piedra arenisca que hoy es sólo un lejano recuerdo de lo que en su día fue. De hecho, ni si quiera entramos, ya que lo  mejor está por fuera, con paredes rojizas que se extienden a lo largo de 2 Km. y que tienen una altura que va desde los 18 m., a los más de 30 en algunas zonas. Su promotor, el mismo que el del Taj Mahal, el famoso Shah Jahan.

Jama Masjid es simplemente la mezquita más grande del país y tiene capacidad para más de 25.000 personas. La Mezquita de los Viernes, destaca sobre Vieja Delhi y fue un encargo del mismo ilustre emperador mogol que mandó edificar el fuerte (para variar), allá por mediados del siglo XVII. La visión es simplemente alucinante, y hay gente a reventar. Las mujeres deben acceder completamente tapadas, así que a la entrada se puede conseguir un pijama la mar de bonito; le faltan unos volatnes y puedes ir a la feria, XD.


Sin tiempo para más, me despedí de mis visitas, algo tristón, pero muy contento por la buena semana que habíamos pasado juntos. Ha sido un gustazo poder enseñarle a tan buenos turistas un trocito del país que me ha acogido durante estos meses, y que a pesar de ello, no para de sorprenderme a cada paso que doy. La última, el estilo y glamour del conductor de rickshaw que me llevó al aeropuerto, todo elegancia, todo un dandy, XD.



Un abrazo, Pablo L.

viernes, 10 de diciembre de 2010

La Tierra de los Reyes

Recibir la visita de un familiar estando a casi 12.000 Km. de tu casa, está muy bien, pero si ese familiar viene acompañado de un buen amigo y una cantidad ingente de carne, la cosa mejora considerablemente. Así que tras solventar algún que otro contratiempo, recibí a mi hermana y al Knino en el aeropuerto Indira Gandhi de Delhi, a principios de noviembre. Iba a ser un viaje corto, que finalmente se convirtió en fugaz, aunque no por ello lo disfruté menos. Teníamos buenas referencias y testimonios de nuestro destino: Rajasthan.


Antes de entrar en la tierra de los reyes y como no podía ser de otra forma, hicimos una parada (la segunda para mí en un mes) a Agra y su famoso Taj Mahal. Son de esos sitios que aunque se haya estado, hay que llevar a las visitas. Pasamos el día conociendo la ciudad, visitando monumentos y probando, por primera vez para algunos, las especialidades de la gastronomía india.

 
 Tras unas cuantas fotos y sin entretenernos demasiado, fuimos a la estación con intención de coger un tren hacia Ajmer. Lamentablemente, viajar hasta esta ciudad desde Agra, nos obligaba a volver a Delhi y de allí coger un enlace. La idea era estar toda la noche de camino, con transbordo incluido, y amanecer en nuestro destino. Me había encargado de comprar los billetes con antelación, con la mala suerte de que encontré sitio confirmado en el tren Delhi - Ajmer, pero no en el Agra - Delhi, en el que estábamos en lista de espera. El funcionamiento del sistema ferroviario es muy particular aquí en la India. Resulta que es un medio relativamente barato y rápido (para como están aquí las cosas), así que está masificado, lo que se traduce en que a cualquier hora del día puedes pasarte por una estación y ver una cantidad ingente de personas en los andenes. Si estás en lista de espera, no todo está perdido; puedes esperar a ver si hay alguna cancelación, hecho que te hace subir puestos en la lista (literalmente), hasta que si tienes un poco de suerte, accedes a los sitios confirmados. A la salida del tren, pegan unas listas en los vagones, el chart, donde puedes confirmar que tienes plaza en ese coche (como aparece justo al final de la foto de otra de nuestras travesías). Unas horas antes de llegar a la estación, comprobamos desde un locutorio que no habíamos avanzado prácticamente nada en susodicha lista, y por tanto no teníamos sitio, lo que significa que si te montas y te pillan (que te pillan fijo, porque va lentísimo), te multan y te echan. Aun así, no nos vinimos abajo y compramos en el momento unos second class current tickets (algo así como billetes del momento de segunda clase), ¡¡que no van numerados y que son realmente para verlos!! Son los asientos más económicos, por lo que los vagones correspondientes siempre van a reventar. Al no estar numerados, el que primero llega se sienta, y eso es lo que intentamos hacer nosotros. No tengo una instantánea del momento, porque estábamos un poco agobiados y no estaba la cosa para fotitos, pero ya a lo lejos se veía gente sobresaliendo por fuera del tren, agarrada a los barrotes de la ventana, a las puertas y a donde se pudiera. Los intentos por acceder a nuestros supuestos sitios fueron simplemente inexistentes. Así que un poco abatidos, a la 1 de la mañana y sabiendo que íbamos a perder también el enlace, optamos por ir en taxi hasta Jaipur (capital del estado) y de allí en autobús hasta Ajmer. Pasamos todo la noche durmiendo, y a pesar de los contratiempos, llegamos a nuestro destino antes que con el planning anterior, así que no estuvo malota la cosa.

Para los recién llegados, creo que Ajmer fue una de las mayores decepciones del viaje, al menos al principio. Decidimos saltarnos Jaipur por falta de tiempo y fuimos a parar directamente a esta ciudad de algo menos de medio millón de habitantes, bulliciosa y desordenada como la que más. No tiene casi reseñas en las guías de viaje y la mayoría de ellas hablan de este lugar como "el sitio donde se coge el autobús a Pushkar". Las circunstancias tampoco nos acompañaron, porque el autobús nos dejó a las afueras (de hecho muy a las afueras) y no leímos bien el mapa que teníamos, así que pensamos que estábamos más cerca del centro y decidimos ir a pie. Tras un rato empezó a llover, así que la cosa se iba poniendo cada vez más interesante, XD. Sólo estuvimos en Ajmer 6 o 7 horas, pero lo justo para visitar sus monumentos más importantes y empaparnos de lleno de lo que es una ciudad del norte de India. A mí personalmente me gustó mucho Ajmer, porque a pesar de no ser muy bonita y estar sucia, como es costumbre en este país, tiene una particularidad que la hace diferente, y es que es eminentemente musulmana. Sólo con este detalle, ya cambian muchas cosas a las que estoy acostumbrado, como por ejemplo la vestimenta, los templos, la comida, etc.

Decidimos coger un autorickshaw y acordar con el conductor que nos llevara a los sitios más relevantes de la ciudad, de los que destaco dos. El primero es el Dargah, que es un mausoleo en el que está el sepulcro del santo sufí Khwaja Muin al Din Chishti (casi ná el nombre del chiquillo), que por lo visto llegó a Ajmer desde Persia en el 1.192 y vivió en la ciudad hasta el 1.233. Es uno de los centros de peregrinaje musulmán más importantes de India. Lamentablemente, no estaba permitido hacer fotos dentro, pero a todos nos impresionó lo que vimos. Desde fuera no se apreciaba lo grande del lugar, pero al entrar, por una puerta atestada de gente, dabas a parar a un patio interior al aire libre. Yo pensaba encontrar algo similar a una mezquita, y para mi sorpresa lo que encontramos fue una ciudad nueva, con tiendas, comercios, salpicada de pequeños zonas en las que rezar y en medio de toda aquello una edificación coronada por una cúpula dorada en la que está la tumba del sufí en cuestión. Fue tremendo entrar allí a empujones, llevados por la marea de gente que portaba ofrendas florales, aceites balsámicos y demás presentes. Dentro, vi a muchos peleándose por tocar el féretro, o rezando con lágrimas en los ojos, extasiados por el momento, o simplemente abstraidos, con la mirada perdida en ninguna parte. Simplemente impresionante. Las únicas fotos que tengo son desde fuera del mausoleo, y las pongo para que veais las pintas que llevábamos, XD.



El otro sitio a destacar es la mezquita de Adhai-Din-Ka-Jhonpra, que significa literalmente dos días y medio. Según cuenta la leyenda, la mezquita se construyó en 1.153 invirtiendo ese tiempo; otros afirman que debe su nombre a una festividad que duraba dos días y medio. Yo apuesto más por la segunda opción, porque la primera es una farolada que no se la pega ni un andaluz, jaja. El caso es que es un lugar muy interesante, que se encuentra en altura sobre la ciudad y que está construido con fragmentos de templos jainíes e hindúes. Vimos a algunos fieles rezando postrados hacia la Meca y se fotografiaron con nosotros casi la totalidad de los allí presentes, que es algo que les encanta a los indios, supongo que por eso de ser blancos. No tengo muy claro qué es lo que le contarán a sus amigos al revisar las fotos, quizás algo como: "...mira, a este blanquito me lo encontré en Ajmer, mira que chula la foto...ah, por cierto, detrás hay una mezquita de no sé quién..."

Esa misma tarde cogimos un autobús hacia Pushkar, que está a 11 Km. solamente. Cuentan las épicas que Brahma dejó caer sobre la tierra una flor de loto y apareció Pushkar. Es por esto que esta ciudad de peregrinaje hindú en torno al Lago Pushkar tiene uno de los pocos templos en el mundo dedicados a este dios. Según dicen, Brahma quería llevar a cabo una yagna (mortificación) en el lago, y como su esposa Savitri no acudió, cogió, el canalla de él, y se casó con otra mujer. ¡Pa' qué hizo más ná!, Savitri juró que Brahma no sería venerado en ningún otro lugar. A mi me recordó muchísimo a Varanasi, pues tiene también ghats que descienden hasta el lago desde cientos de templos azulados. No tiene más de 15.000 habitantes, y cuenta con mercados muy apañados con precios asequibles. Además, por suerte fue el primer sitio en nuestro viaje en el que encontramos "comodidades europeas", que es algo que nos vino bastante bien después de todo el trajín que llevábamos hasta ese momento. Dejo la foto como prueba que otra cosa no, pero "cómodos" nos pusimos un rato, XD.


Rodeamos todo el lago visitando los templos que aparecían de la nada a nuestro paso, los coloridos bazares y hasta nos sentamos frente a un altar a Durga bajo una higuera y con vistas al lago. Había allí también otros chavales extranjeros, y compartimos un rato muy agradable con unos brahmanes que estaban muy concentrados y felices haciendo sus ritos y ofrendas. También les noté algo aturdidos y confusos, no sé si por el clímax de su conexión mística con los dioses o por la marihuana que estaban fumando, supongo que como parte de algún extraño ritual de esta religión que no alcanzo a comprender. Sea como fuere, los chavales estaban más a gusto que en brazos, XD.


Para terminar el día, una puesta de sol desde un bar frecuentado por guiris, donde probé un dosa realmente espectacular (y eso que es una especialidad del sur). El colorido de la estampa, con el sol reflejándose en el lago y en los sarees de las oriundas, me fascinó; las fotos no son fiel reflejo de ello, peor aun así merece verlas. Mi hermana me comentó que le había gustado mucho Pushkar, porque por fin había visto lo que era una ciudad india de verdad, con sus templos y ese ambiente despreocupado y espiritual; nada más lejos de la realidad, le comenté yo, ya que de los sitios a los que he podido ir desde que estoy aquí, puedo contar con los dedos de una mano los que tienen este aire tan especial y me falta memoria para recordar los nombres de las ciudades caóticas y atiborradas de gente. En fin, el caso es que gustó la visita, así que todos contentos, ;).



Un abrazo, Pablo L.