Dichosos los ojos, que diría mi madre. El pasado domingo llegué de vuelta del viaje de dos semanas que me he pegado por el norte de la India, y a pesar de que estaba deseando contar mil anécdotas en el blog, he vuelto realmente exhausto, así que una vez descansado, paso a contaros algunas batallitas del viaje; lo haré como los coleccionables de las revistas, por fascículos, que si no el post se me va de las manos y se vuelve infumable, XD.

El día 2 de octubre, a las 7 de la mañana cogimos (mi compañero Ricardo y yo) el vuelo con destino Delhi. Volamos con SpiceJet, que significa algo así como Jet Picante, porque aquí en la India, hasta las aerolíneas pican. Durante ese día, estuvimos conociendo Nueva Delhi, un barrio de Delhi, donde se concentran una gran cantidad de tiendas y mercadillos pensados por y para los turistas, y donde el regateo es una religión; podría asegurar que hasta los propios vendedores no se quedan totalmente satisfechos después de una venta, si no han discutido previamente con el comprador, aunque esto le suponga obtener menos beneficio.
Al día siguiente, muy temprano fuimos al aeropuerto a recoger a nuestras visitas españolas y cogimos un tren a nuestra primera parada: Chandigarh. La ciudad de Chandigarh se encuentra en la frontera entre los estados de Punjab y Haryana, y hace las veces de capital de ambos territorios, aunque no pertenece a ninguno de ellos. ¿Por qué tan curiosa circunstancia? Resulta que cuando la India alcanzó su independencia, el Gobierno central decidió "crear" una ciudad y diseñarla como "expresión de la fe de la nación en el futuro"; el encargo recayó en el arquitecto de origen suizo Le Corbusier, que proyectó una utopía vanguardista en la que reinan "la aritmética, los elementos modulares y la geometría". Así que mirar el mapa de la ciudad de Chandigarh es como observar un tablero de ajedrez, porque el territorio está dividido en distritos de formas rectangular o cuadrada; vamos, que es como si lo hubieran diseñado a escuadra y cartabón. Es totalmente distinta a las ciudades que he visitado por aquí, y sorprende ver entre tanto caos un proyecto de ciudad tan sumamente ordenada y hasta limpia.

De nuestro día y pico aquí he de destacar el
Jardín de piedra de Nek Chand. Este refugiado indio pasó los últimos años de la ocupación británica en Pakistán; en el año 1948, cruzó la frontera y se instaló en Chandigarh, donde quedó impatctado por la cantidad de residuos generados al arrasar aldeas para la construcción de la ciudad. Chand recuperó todo ese material, se lo llevó a su hogar en la selva y le dio una segundo vida como material escultórico. Acabó creando miles de formas hechas con residuos urbanos e industriales, así como piedra local. Años más tarde, unos funcionarios gubernamentales descubrieron su obra y poco después, se creó el parque que a día de hoy es una de las atracciones más visitadas de toda la India. Como veis, la cantidad de figuras y formas es impresionante; destacan además las zonas con paredes enteras forradas con trozos de platos, vasijas de barro hechas añicos y hasta con ladrones de enchufes. El parque es enorme, cosa normal, porque la materia prima usada nunca escasea, jaja.


No quería finalizar este post sin hacer una mención especial a mis visitas, sin las que hubiera sido imposible haber tenido un viaje tan excepcional. Además, me han obsequiado con abundantes y variados manjares, de los que estamos dando cuenta yo y gran parte de los Erasmus que estamos en Chennai. Muchas gracias por todo!! Todavía recuerdo las lágrimas que casi se me caen cuando vi el aceite y las galletas Dinosaurio... XD.
Un abrazo, Pablo L.